A veces, la respuesta más obvia es la correcta. Sucede frecuentemente que nos aferramos en buscar una solución compleja a un problema, cuando la tenemos delante de nuestras narices. Este acertijo “Las semillas del Rey”, es un ejemplo de ello.
En un reino muy lejano, existía un sabio rey que no tenía esposa ni heredero alguno. Viéndose anciano, ideó una forma de elegir su sucesor, entre todos sus súbditos: dio a cada uno de ellos un puñadito de las semillas del legendario árbol que crecía en el patio principal del palacio. Y les dijo que nombraría como su sucesor, a aquél que, en un año, hubiera cultivado la planta más bonita y que se viera más cuidada, germinada a partir de esas semillas.
Pues pasaron los 12 meses y, el día señalado, el palacio se llenó de gente con tiestos con plantas increíbles, a cual más bonita y lustrosa. El rey fue viendo una por una todas las macetas, hasta pararse delante de un chico que portaba un tiesto vacío, en el que sólo había tierra. En ese momento, gritó: “¡Ya tenemos sucesor, es este chico!”
¿Por qué tomó esta decisión?
La solución es simple: el rey repartió semillas falsas entre los súbditos, para comprobar la honestidad y humildad de todos ellos. La gran mayoría, al ver que sus plantas no germinaban, decidieron cultivar otras semillas distintas, pero sabiamente el rey eligió como su heredero, al único chico que no quiso engañar a nadie, y que trajo su tiesto solo con tierra.