10 mitos sobre Naturaleza

A veces damos por sentadas ideas y creencias, sin saber cómo las aprendimos, y nunca nos molestamos en cuestionarnos su veracidad. Mi objetivo con esta página es que cada vez seamos más cultos, y nuestro conocimiento sobre el mundo en general sea de más calidad. Por ello, hoy te traigo 10 mitos sobre Naturaleza que todos creemos que son ciertos.

Los girasoles siempre miran al sol

Es una de las curiosidades que nos enseñan de niños, y que más nos sorprenden. Pero solo es una verdad a medias. Es cierto que, por diversos mecanismos, mientras la planta es joven y está creciendo, parece que a lo largo del día se orienta hacia el Sol. Aunque su “movimiento” es bastante lento y no siempre lo consigue. Pero cuando la planta es lo suficientemente grande y el tallo se hace más grueso, el girasol se queda fijo mirando hacia el este.

Los murciélagos son ciegos

La mayoría de nosotros sabemos que los murciélagos se orientan por medio de ultrasonidos, que emiten a modo de sonar. Así saben qué objetos se encuentran a su alrededor, y a qué distancia. Por ello, normalmente se piensa que son ciegos. Pero no es así. Aunque su vista no es de las mejores del reino animal, sus ojos les permiten ver con una precisión algo inferior a la nuestra. Utilizan los ultrasonidos como complemento y, sobre todo, para poder “ver” por la noche o dentro de la oscuridad de las cuevas.

El hombre desciende de los monos

Gran parte de la culpa de este mito la tiene la famosa ilustración de Edward Linley Sambourne, que representó en 1882 una línea de evolución lineal entre el mono y nosotros. Pero esto es rotundamente falso. Y ojo, no estamos con esto negando la teoría de la evolución, que sí la damos por cierta. Darwin (padre de la teoría) se basaba en una evolución ramificada de las especies, como si fueran ramas de un árbol. De esto me gustaría hablaros en otro artículo, porque hay mucha tela que cortar al respecto. En resumen, el hombre no desciende del mono, sino que ambas especies descienden de un ancestro común mucho más antiguo.

Las avestruces meten la cabeza bajo tierra

Parece ser que el origen de este mito viene de bastante atrás, concretamente de la antigua Roma. El escritor y científico Plinio el Viejo dedicó parte de su vida a crear una de las primeras enciclopedias de la historia. Después de observar el comportamiento de estos animales, creyó que las avestruces escondían su cabeza para ocultarse, pensando así que el resto de su cuerpo también estaba escondido. Como le sucede a los bebés, vamos. Y así lo escribió en su enciclopedia. Y claro, esta idea ha perdurado hasta ahora… pero no es cierta.

La confusión viene porque estos animales sí es cierto que bajan su cabeza a menudo, pero lo hacen por otras razones. Por ejemplo, se tragan pequeñas piedras para ayudarles con la digestión. También pasan mucho tiempo escarbando en la tierra, para buscar lombrices que les sirven de alimento, o haciendo un agujero, donde pondrán sus huevos para protegerlos de las temperaturas y otros peligros. Además, los vigilan y cuidan constantemente, y cuando lo hacen es el único momento en el que de verdad pueden meter la cabeza bajo tierra.

Los camellos guardan agua en la joroba

Uno de los grandes mitos sobre Naturaleza que todos damos como real, es que los camellos (y dromedarios) pueden aguantar tanto tiempo sin beber agua, porque usan sus jorobas a modo de cantimplora. Y amigos, el misterio sobre cómo pueden sobrevivir tantos días sin tomar agua, es mucho más complejo. Su organismo tiene varias adaptaciones fisiológicas para ello. Por ejemplo, perdiendo poco líquido cuando hacen pipí o caca, o disponiendo de unos glóbulos rojos más ovalados que les permite moverse con fluidez, aunque el plasma de su sangre se haya reducido por la deshidratación.

¿Qué tienen entonces en sus jorobas? Pues una reserva de grasa, que utilizan como fuente de alimento para obtener energía. Esto les permite aguantar largos periodos por el desierto donde la comida también escasea.

A los ratones les encanta el queso

Este es un ejemplo de cómo los medios audiovisuales introducen, aposta o no, ideas en el pensamiento colectivo, que con el tiempo damos por ciertas, aunque sean un completo invento. Es cierto que los ratones comen queso, pero no es para nada su alimento favorito. Se sabe con certeza, y de hecho los fabricantes de trampas así lo indican en sus instrucciones, que los ratones aman lo dulce. Por ello, recomiendan usar chocolate o mantequilla de cacahuete como cebo para atraparlos. Por la misma razón, tampoco es verdad que los elefantes adoren los cacahuetes, ni los conejos las zanahorias.

Es peligroso dormir con plantas en la habitación

Este es uno de los mitos sobre Naturaleza más arraigado, sobre todo en países como España. De niños, en la escuela, nos contaban que por el día (cuando había luz), las plantas tomaban el dióxido de carbono del aire y expulsaban oxígeno. Pero que por la noche hacían lo contrario: tomaban oxígeno y expulsaban dióxido de carbono. Por ello, supuestamente era peligroso dormir con ellas en la habitación, porque nos robaban el oxígeno que necesitábamos nosotros.

Y bueno, esto tiene una parte de verdad: las plantas sí necesitan oxígeno, de hecho lo necesitan día y noche (ellas también respiran), pero en cantidades muy muy pequeñas. Tan pequeñas, que aunque pasáramos la noche encerrados en un invernadero lleno de plantas, nosotros podríamos respirar con normalidad. Es más, no solo no es perjudicial tenerlas en la habitación, sino que es beneficioso, ya que purifican el aire.

Los camaleones cambian de color para camuflarse

Normalmente se cree que los camaleones cambian el color de su piel para camuflarse ante posibles peligros, pero esto no es cierto. Aunque es posible que esto ocurra en algunas ocasiones, la mayoría de las veces ese cambio en su pigmentación se debe a otras razones: estados de ánimo, la temperatura, la hora del día, la necesidad de comunicarse, etc. Así por ejemplo, el camaleón cambia la tonalidad de su piel si está estresado, relajado, con miedo, en intento de cortejo, etc.

Esta habilidad es posible porque el animal posee distintas células pigmentarias bajo las diferentes capas que tiene en la piel, como cromatóforos, eritróforos, leucóforos, etc. Cada una de estas células genera colores y tonalidades distintas.

Si no llueve, no hay peligro de impacto de rayo

Ten cuidado, porque aunque no tengas la tormenta encima, ni te esté lloviendo, el mero hecho de existir una cerca te hace estar en peligro. Los rayos pueden caer hasta 15 kilómetros de distancia del lugar donde llueve. Y tampoco te fíes de que la tormenta ya haya pasado. Más del 50% de las muertes por rayo suceden después de caer la última gota.

El pelo del oso polar es blanco

El pelo del oso polar no es blanco. Se trata de un efecto óptico. Su pelo realmente es transparente, y además está hueco. Es así para facilitar que la luz solar pueda llegar fácilmente hasta su piel, que por cierto es negra para absorber la mayor cantidad de calor posible. Entonces, ¿por qué vemos al oso blanco? Porque su pelo contiene numerosas burbujas de aire diminutas, que dispersan la luz y provocan un maravilloso efecto óptico que los hace parecer blancos. Estos animales son un logro de la evolución y adaptación: su pelaje transparente, su piel negra y sus capas de grasa hacen que puedan absorber y retener el calor con mucha eficiencia y, a la vez, su apariencia blanca les permite camuflarse en el entorno. Parece hasta magia.

Espero haberte sorprendido con este artículo. ¿Cuál de estos mitos sobre Naturaleza te ha gustado más? ¡Déjame un comentario y comparte en redes sociales!

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